“Mi año como au pair ha terminado. Mis maletas están listas, mi habitación está vacía y ya no es más mi habitación. Mi familia anfitriona ya no es mi familia anfitriona sino mi segunda familia. Mis niños ya no son mi responsabilidad, ahora, en cambio, son mis hermanos menores del otro lado del mundo. Mi hogar ya no es mi hogar. Mi corazón sangra, mis ojos están rojos y las lágrimas caen por mi rostro. Hace un año este día parecía muy lejano; ahora ha llegado el día ¡y yo he llorado más que nunca!”. Así me sentí el último día que pasé con mi familia anfitriona.
Fui au pair en Orlando, Florida, entre 2016 y 2017. Cuidé a una niña de 11 años y a un niño de 13. Y se convirtieron en los hermanos que nunca tuve. Los quiero mucho y los extraño todos los día.
Compartir los sentimientos no es algo que disfrutemos en mi familia anfitriona, a menudo nos los guardamos. Sin embargo, quiero que sepas que todas esas emociones y sentimientos que sentirás al finalizar tu año au pair son perfectamente normales. No siempre compartí mis sentimientos con mi familia anfitriona, pero sí lo hice a través de mi blog y con mis amigos. Fue terrible no saber si esos sentimientos eran normales, e incluso más difícil no saber cómo controlarles.
¿Es normal llorar solo en tu habitación durante la noche? ¿Es normal sentir celos del nuevo o la nueva au pair? ¿Es normal sentirte dueño de todo, que tu habitación es tuya, tu carro, es tu familia anfitriona? ¿Es normal estar confundido respecto de tus sentimientos? ¡La respuesta es SÍ! Sí, es normal sentir todas esas cosas. Cuando estás a punto de abandonar un lugar tan difícil de olvidar tienes una sensación extraña, porque ese lugar te dio mucho para recordar. No sólo extrañarás a las personas que amas, también extrañarás a la persona que eres en este momento y en este lugar, porque no volverás a ser esta persona otra vez.
Compartiré contigo un breve resumen de mi último día. Desperté junto a mi niña anfitriona y juntas despertamos a su hermano. Los tres fuimos a la panadería en bicicleta, para desayunar. Luego fuimos al granero, montamos a caballo y me despedí de los equinos. Luego fuimos a casa y yo empaqué el resto de mis cosas. Durante todo el día, lloramos de a ratos, no podíamos controlar nuestros sentimientos, y todos supimos qué significaba que mis padres anfitriones llegaran a casa: era hora de que me fuera. Primero, les di un abrazo a mis niños anfitriones y, en cuanto nos abrazamos, rompimos a llorar. Llorábamos y no podíamos hablar, sólo nos tomamos de las manos unos minutos mientras llorábamos. Mis padres anfitriones estaban parados en el fondo, mirándonos, y cuando levanté la vista vi que también lloraban. Les di un fuerte abrazo a todos los animales antes de que mi madre anfitriona me llevara al aeropuerto. Lloré todo el camino hasta mi siguiente destino. Nunca me había sentido tan desconsolada.
Recuerdo cuando tuve que decidir si quería extender mi año. No quería extenderlo con mi familia anfitriona porque sentía que éramos una verdadera familia, y porque quería conocer lugares nuevos en Estados Unidos. También sabía que nadie podría ser una mejor familia anfitriona, por eso decidí no extenderlo. ¿Si me arrepentí? De cierta forma. Estaba feliz y triste a la vez por mi decisión, porque no sabía lo que quería. En algún punto extrañaba a mi familia anfitriona, la naturaleza y el estado, pero también me extrañaba a mí misma. Incluso cuando regresé a mi país de origen aún no sabía si había tomado la decisión correcta, aunque hoy estoy feliz de visitar y saber de mi hermosa familia americana. Sobre todo, estoy muy agradecida por la persona en que me convertí. Me sentía preparada para todos los sentimientos que tendría al dejar mi país de origen, la nostalgia, estar lejos en Navidad y cumpleaños. Pero nadie me preparó para dejar mi segundo hogar. Entonces, ¿cómo te preparas a ti mismo al finalizar el año? Son muchas las cosas paras las que necesitas prepararte. ¿Estás preparado para dejar que otro au pair haga tu trabajo? ¿Y estás preparado para ser reemplazado por alguien más? Para mí fue muy difícil saber que alguien más haría mi trabajo. Estas son algunas de las cosas que hice para prepararme:
Cuenta a ella o él sobre tu familia anfitriona. Bríndale información importante, aquella que te gustaría haber recibido de la au pair anterior.
Hazle saber que puede hacerte preguntas siempre.
Haz que se sienta como en casa aunque todavía no haya arribado, tal vez decorando la habitación con cosas de su país de origen.
Cuéntales a tus niños anfitriones sobre ella o él. Pídeles que sean amables siempre y que no le hagan pasar un mal rato.
Si te vas sabiendo que el o la nueva au pair cuidará bien de tus niños anfitriones, automáticamente te sentirás mejor.
El peor sentimiento es el de irse sin haberse despedido de todos y de todo. También es muy importante empezar a decir adiós con anticipación. Empecé a despedirme dos meses antes de mi partida. Fui por última vez a Cheesecake Factory, al centro comercial, a mi lago favorito, al centro de la ciudad y a muchos sitios más. Fui a almorzar con mi abuela anfitriona, me despedí de mis amigos, mi equipo de fútbol, mis caballos, mi carro, básicamente de todos. Cuando me senté en el avión que me llevaría a casa, sentí que tuve la oportunidad de despedirme de todos, ¡y me sentí muy bien!
Volver a casa en tu país de origen después de un año de ausencia probablemente sea la sensación más extraña que sientas. El hogar es el lugar donde sentimos el amor. Podemos dejar físicamente el hogar, pero nuestros corazones no lo dejan nunca. Sientes que has cambiado mucho y luego te das cuenta de que las personas en casa son las mismas que eran cuando te fuiste. De repente te sientes perdido y como si no pertenecieras a tu país de origen. A mí me costó mucho no escuchar el “cómo estás” adonde fuera. Lo pasé mal con el clima y mi cultura danesa. Aunque solo estuve fuera un año, mi país de origen se convirtió en un mundo completamente nuevo para mí. La gente ya no era amigable, la casa se veía igual, mis amigos eran los mismos, pero yo no. Fue muy duro para mí regresar y sentir de repente que nadie me entendía.
Estuve fuera sólo un año, pero no fue sólo un año en mi vida, fue mi vida en un año. Tenía muchas historias que contar y muchas fotos para mostrar, pero nadie podía empatizar conmigo porque era la única que sabía cómo se sentían esas experiencias. Y, por supuesto, mis amigos y familiares no me entenderían, porque no habían estado allí conmigo para experimentarlo. Al tiempo que yo tenía millones de historias sobre Estados Unidos para contar, ellos también tenían sus historias: “¿te enteraste de que tuvieron una venta importante en Vero Moda?”. Recuerdo que uno de mis amigos me contó sobre la venta en Vero Moda, y recuerdo haber pensado: “¿a quién le importa?”, aunque si eso hubiera sido un año atrás, probablemente me habría importado. Desearía que alguien me hubiera dicho que sentirse como un extraño en tu propio país sería normal. Desearía que alguien me hubiera dicho que volver a casa sería mucho más difícil de lo que jamás hubiera imaginado. Me tomó un tiempo acostumbrarme otra vez a mi país de origen, a mi familia y a mis amigos, pero tengo que recordar que no importa qué, “nunca volveré a estar completamente en casa otra vez, porque parte de mi corazón siempre estará en otra parte”.
Todos los sentimientos que aparecen cuando estás por abandonar tu segundo hogar son perfectamente normales. Todos pasarán por las mismas emociones y todos volverán sintiendo que de repente no pertenecen a su país. ¡Es perfectamente normal! Todos se sentirán perdidos, tristes e infelices por dejar a su familia anfitriona. Les diré que esos sentimientos están bien y que está bien llorar y dejarles salir sin importar a quién se los muestren. Incluso si tu corazón, física y emocionalmente, pertenece a otro sitio, e incluso después de todas las cosas que hayas experimentado, simplemente tu corazón puede estar añorando. Añorando el hogar, donde sea que sea .